Mientras en algunos países se vivía una explosión de libertad durante la década de los 80, en el panorama conservador de Guadalajara parecía un desafío emprender un bar dirigido al público homosexual.
Es por eso que no es coincidencia que Efraín Santacruz fundara el legendario Monica’s.
Nació en el seno de una familia católica pero acostumbrada a la vida nocturna.
Su madre, con el nombre artístico de Mónica Silva, cantaba canciones mexicanas y servía copas en la cantina Panchos; pronto puso su primer bar, en la misma ubicación donde luego nacería un espacio clave para la vida nocturna que muchas personas de la comunidad LGBT+ aún recuerdan.
Cuando Mónica abrió su propio negocio, el bar lucía desangelado y sin clientes, porque las chicas no acudían y los varones se aburrían. Eventualmente tuvo que cerrarlo.
Tiempo después, con 17 años de edad, Efraín apenas exploraba su identidad y sus deseos, cuando tuvo la idea de reabrirlo pero con otro concepto.
“Mi mamá me había contado espantada que no le gustaba trabajar tarde en el Panchos porque en la noche llegaban muchos jotos. Siempre que decía eso yo sentía muy feo, me pegaba mucho, porque yo ya iba descubriendo quién era y soñaba con un lugar para tener a muchos chavos”, recuerda.
Pero ya como un novel empresario, una noche en la que no había llegado ningún cliente se fue enfundado en unos jeans muy apretados a ese bar, cuando se le acercaron los muchachos los invitó a una fiesta: eran seis y a puertas cerradas, como trabajaba el bar en sus inicios bailaron y tomaron por primera vez sin tener que esconderse.
Pronto esos seis se convirtieron en 12, esos 12 en 24 y así, de boca en boca, sin panfletos ni redes sociales nació Monica’s, en junio de 1980.
Al principio no podían entrar mujeres y menos cámaras fotográficas o de video, esto era principalmente, según cuenta Efraín, para que nadie saliera de allí delatando a los asistentes.
“Muchos estábamos en el clóset y dejar entrar a otras personas o que tomaran fotos era poner en riesgo a todos”, rememora.
El empresario recuerda que cuando los vecinos se enteraron comenzaron los ataques homofóbicos, les llenaron la puerta de excremento y les rayaron con pintura la palabra “putos” en la entrada.
Pero luego, ya aclientados, los autos de lujo comenzaron a llegar para estacionarse en las cuadras aledañas a la Calle Álvaro Obregón 1713, en la Colonia La Penal, y los vecinos encontraron una nueva actividad económica.
En algún punto hasta le mandaban al dueño y a sus empleados comida y postres en las fiestas de fin de año.
“La verdad las clases sociales se borraban allí. Venían chicos de Polanco, de Oblatos, de Miravalle y también de Providencia. Allí no se veía quién tenía más o quién tenía menos, bailábamos y ya”, comparte Efraín.
Lo cierto es que en esos años en Guadalajara la diversidad era vista como una amenaza. En la calle, a los jóvenes que lucían un poco afeminados, los levantaba la Policía por cargos como faltas a la moral, lamenta el empresario.
En el Monica’s hubo varias redadas, algunas para revisar que no hubiera drogas, pero Efraín dice que cuando la Policía llegaba todos tenían que actuar con decoro, porque si los veían bailando se los llevaban.
A veces él mismo iba con los uniformados a intervenir para que no se llevarán a sus clientes.
En un momento incluso contrató personal de seguridad que estaba en las esquinas de la calle Obregón, para que ningún cliente sufriera un incidente.
Eran también tiempos en los que la lucha de Pedro Preciado y Lupita López con los muchachos del Grupo de Orgullo Homosexual de Liberación (GOHL) y otras organizaciones comenzaron a visibilizarse y a marchar.
Los del Monica’s también se manifestaban y hasta boteaban en las noches de fiesta para apoyar a la causa.
“Los chavos se empezaron a empoderar”, dice Efraín.
Los jóvenes clientes se referían al Monica’s como “la tía”.
“Ya nos vamos, ahí te vemos con tu tía”, “voy para con tu tía”, era el código para no delatar que la siguiente parada era en el peculiar espacio.
Eran otros tiempos, dice Efraín. En la época, después de cerrar el bar a altas horas de la madrugada, caminaba por todo Obregón hasta la Calzada y de ahí hasta Circunvalación, calles consideradas de alto riesgo en la actualidad, sin que pasara algo.
Al principio sólo era el baile, la música, las copas de tequila y de brandy. Efraín se encargaba de comprar los discos que escuchaban las discotecas de Los Ángeles y Miami en ese tiempo.
Luego se convirtió en una fiesta continua.
“Fue un lugar de muchas pasiones, de mucha libertad, allí nos reíamos, podíamos ser nosotros sin restricciones, nos enamoramos, nos desilusionamos, nos rompieron el corazón, pero fue muy hermoso. Yo estaba siempre en la barra, sirviendo los tragos, pero sentía perfectamente la euforia y todo lo que vivieron allí los clientes y los amigos”.
Un día, “Monna Lisa”, pionera del drag en Guadalajara, comenzó a llegar con sus vestuarios y a dar shows que le abrieron las puertas al travestismo en el bar.
Efraín se dio cuenta de que los comensales lo visitaban esperando ver el número que “Monna Lisa” había preparado para la noche, al principio gratis.
Pronto comenzó a pagarles también y a abrir sus puertas, ya en los 90, a los espectáculos de calidad.
En 1997 conoció a Jorge Lepe, un diseñador que iba como cliente, lo llevó un primo justo cuando salió del clóset, pero que pronto se convertiría en la mente detrás del espectáculo de glamour.
Lepe trabajaba como diseñador en las Fiestas de Octubre, estudió diseño industrial y diseño de modas, pero el espectáculo se convirtió rápidamente en su pasión.
Diseñó y rediseñó varias veces los interiores del bar, hizo la decoración para sus grandes fiestas, como la noche de muertos o la celebración del Año Nuevo.
“Me empezó a permitir que yo fuera el que le diera imagen al Monica’s, yo lo consultaba, pero a veces ni siquiera escuchaba las ideas, Efraín confiaba en mi visión y en mi experiencia y diseñamos varias veces la discoteca con ideas innovadoras para la época”, comparte Lepe.
El escenario del Monica’s vio a grandes estrellas del momento como Marisela o Lucha Villa, quienes fueron adoradas por el público y también vio nacer a íconos nacionales de la comunidad, como las cantantes Lorena Herrera, Gloria Trevi, Yuri y la drag queen Ricky Lips.
Lepe recuerda ese espacio como un lugar único, donde nadie tenía que ocultarse y todos disfrutaban.
“Monica’s siempre tuvo esa atmósfera mágica, la música, los aromas de los perfumes, las risas, el brillo, la elegancia, la fantasía de las personas que iban vestidas especialmente para lucirse en el lugar, fue maravilloso”, recuerda de su primera vez en el lugar.
Como trabajador del espacio dice que se siente orgulloso de lo que lograron: hacer que un bar gay o un bar de ambiente se hiciera referente de la vida nocturna de Guadalajara. Si visitabas la Ciudad, tenías que ir a Monica’s.
“Éramos adictos al trabajo, dábamos todo nuestro empeño para que las fiestas fueran espectaculares. Aún ahora nos escriben los clientes de entonces y nos reportan que extrañan esas producciones que no ven en otros sitios”, dice Lepe.
En un momento cumbre, Efraín había comprado ya dos fincas vecinas para extender el bar que tenía varias salas para bailar distintos géneros y cuatro barras con más de 60 empleados y aún así la gente no cabía. Siempre había quien se quedaba esperando en la fila para entrar.
Una noche iba a pasarle un disco al DJ en turno y pudo contemplar desde lo alto del edificio el mar de gente que estaba apretujada esa noche.
“Sentí que ese ya no era el bar que había soñado, se había salido de mis manos, así de grande de pronto se despersonalizaba”, recuerda.
La mirada de Efraín se apaga un poco cuando habla sobre el final del Monica’s.
Recuerda que en diciembre de 2016 hubo un tiroteo justo afuera de la puerta del bar. El show dentro del bar fue interrumpido.Cuando salió Efraín, vio fuera de su casa una escena que le hizo decidir que no abriría más el bar.
No hubo noche de despedida ni gran anuncio. Efraín se fue de la Ciudad durante un par de meses, no recuerda mucho ese tiempo, ni siquiera recuerda la fecha exacta de la última vez que abrieron.
Su compañero de entonces le cuenta que estuvo en cama durante días sin poder salir.
“La violencia fue escalando. Comenzaron los asaltos, el robo de autopartes y luego eso. Ya no era seguro para nadie”.
Jorge Lepe dice que fue un acto de amor.
“Él inició y continuó este proyecto por amor a la comunidad y también lo terminó por amor”, dice.
Muchas personas desde entonces siguen compartiendo sus historias en el Monica’s, algunas incluso le piden a Efraín que abra otro espacio, pero no está en sus planes.
“También pienso que hay ciclos que se cumplen y que nuestro lugar lo cumplió, vivimos muchas pasiones allí que recordamos con cariño y con eso me quedo”, cierra Efraín.
Como parte de la exposición “Presentes. 40 años de visibilidad”, inaugurada en julio en el Ex Convento del Carmen, Jorge Lepe y Efraín De la Cruz donaron mobiliario original del Monica’s en la capilla Elías Nandino para construir una sala que recrea parte del bar con su última decoración con fotografías, boletos originales y algunas notas de prensa de los shows.
Las bolas disco, los acetatos que usaban los programadores de música, la barra con sus charolas de champaña, la máquina registradora, las estatuas y un gran mural que decoraba sus paredes en sus momentos de gloria.
La exposición continúa hasta noviembre. El museo se encuentra en la Avenida Juárez 638 y abre de martes a domingo de 10:00 a 17:00 horas. La entrada es gratuita.
Así lucía “la tía” en sus mejores momentos, cuando era un espacio de libertad para la comunidad LGBT. Gloria Trevi en concierto en 2005, sobre el escenario de Monica’s, que también vio pasar a muchas figuras. Los shows de drag queens pronto se convertirían en un básico del lugar, y muchos clientes iban exclusivamente a verlos.
Fuente: Mural