post-title Hablemos de chacales y mayates

Hablemos de chacales y mayates

Hablemos de chacales y mayates

Hablemos de chacales y mayates

En el ambiente gay hay una recurrente y creciente demanda de Chacales,  término que para algunos es confuso, para otros una fuente de morbo, deseo y sexo clandestino y para algunos más se presta incluso para una veta comercial por los instintos que mueve. Es incluso tema de estudios sociales, tratados psicológicos, libros eróticos y hasta prosa poética.

Pero hasta dónde comprendemos el término y sus implicaciones? ¿Qué es un Chacal? ¿Una creación literaria, clasificación antropológica, héroe de ficción o un estilo de vida?

Según algunos estudiosos del tema, estos especímenes son conocidos también como “chacas”, e integran de hombres varoniles, muy rudos, que por lo general provienen de estratos sociales bajos. Aunque no todos son homosexuales, gustan de convivir con la comunidad LGBT, algunos son muy abiertos y caballerosos con los gays y en ocasiones ofrecen sus servicios sexuales por una copa, una buena compañía o sencillamente por dinero.

“Los Chacales ocupan el vacío de género que la identidad gay ha dejado” – Comenta el historiador y activista social Alonso Hernández -. “Al buscar un chacal, lo hacemos con la esperanza de hallar la cogida de nuestra vida, pero más que al objeto sexual, vale la pena darnos la oportunidad de conocer al ser humano, tal vez, en una de esas, terminemos encontrando también el amor” – Afirma -.

Macho, rudo, moreno, fornido, humilde, de barrio, orgulloso de sus raíces y costumbres populares, además del rol activo que se supone juega en la relación sexual, son algunos de los adjetivos con los que se puede describir al chacal, y que de acuerdo con el historiador, se trata de un tipo de hombre muy apreciado como un “buen espécimen para el sexo”.

Aunque para Hernández estos hombres pueden ofrecer más que sólo placer sexual, reconoce que ver sus cualidades como personas puede ser algo difícil para muchos, sobre todo para quienes esperan encontrar en ellos algo específico: un hombre dominante.

Esta percepción se debe, según el historiador, a que los chacales son considerados como “los hombres de hoy” debido a que conservan, como parte del folclor latino que los caracteriza, una actitud machista y dominante, algo que, dijo, “a los homosexuales nos gusta, pero que hemos perdido al asumir la cultura gay”.

De acuerdo con el activista, el hombre gay latino ha roto con sus tradiciones al adoptar estilos de vida ajenos al nuestro, que dictan que el homosexual debe manifestar gusto por la ropa, la música y los lugares de moda, basados en corrientes anglosajonas y/o europeas, desdeñando la masculinidad latina.

“El caso del chacal es diferente: ellos no forman parte de esa cultura, no visten fashion, no acuden a ghettos, lo tienen todo en su barrio y hacen cosas propias de su entorno, no necesitan ir a una manifestación de liberación homosexual porque su sexualidad la llevan en su privacidad, nosotros, los hombres gay sí, porque hemos hecho de nuestra sexualidad una bandera política. No es que esté a favor del machismo tradicional, pero al conservar esa actitud dominante el chacal ha ocupado el vacío de género que la identidad gay ha dejado”, concluyó Hernández.

Por otro lado, Eduardo Pérez, administrador general de “La Madriguera” un espacio de reunión en el DF para “hombres chacales” y conocido en este grupo como “El Gavilán”, explica que el concepto surgió hace varios años y aunque al principio la idea central de La Madriguera era el encuentro sexual, luego adoptó otras cuestiones, como la realización de actividades culturales o la labor activista.“Somos un grupo de hombres que nos gusta convivir con otros cabrones para hacer cosas de barrio, populares. No hay un punto de reunión específico, a veces puede ser una pulquería, una cantina, algún cine porno o las fiestas y ferias populares”.

De acuerdo con Pérez, alrededor de mil personas de toda la República Mexicana participan en las actividades que se hacen en La Madriguera. Aunque se trata de un espacio pensado para chacales, aseguró que está abierto incluso para homosexuales o bisexuales mayores de edad.

“La edad promedio oscila de los 25 hasta los 65 años, es curioso que los hombres mayores son los que más se acercan con nosotros, porque dicen no sentirse aceptados en el colectivo gay, donde tienes que ser joven, estar a la moda y ese tipo de cosas para encajar”, finalizó.

Desafortunadamente no hemos podido confirmar si este grupo sigue existiendo o no. Pero es un importante referente en lo que toca a la integración de los Chacales como un grupo definido y organizado del ámbito LGBT nacional.

De acuerdo con otras teorías. El término “Mayate”, palabra de origen náhuatl que hace referencia a los escarabajos estercoleros en una clara alusión al coito anal, es usado para denominar principalmente a los trabajadores sexuales masculinos que ofrecen servicios a varones.

El mismo término también suele usarse para designar a quien juega el papel activo en una relación homoerótica.

En el ambiente gay, Mayate es normalmente el que viene de Veracruz o también es alguien que sólo se acuesta con hombre lleva una vida heterosexual pero le gusta penetrar a los varones. También es una forma peyorativa de llamar a un hombre homosexual.

Dentro de este grupo existe una variante a la que se denomina Chacal, que hace referencia a los Mayates de aspecto hipermasculino.

El Chacal en estos términos muestra una dosis de agresividad, vulgaridad y rudeza que el imaginario social adjudica al tipo supermacho, aunque también es común que aluda a los Mayates de extracción socioeconómica más baja, casi todos pertenecientes a las colonias populares.

Siguiendo esta idea, como los Mayates representan la figura masculina por excelencia del comercio sexual, suelen autodefinirse como heterosexuales o, quizá, como bisexuales, pero nunca como homosexuales de una manera definitiva.

Una característica de muchos Mayates es mantener relaciones de pareja con mujeres, ya sea porque responde a su preferencia sexual o por ser una manera de refrendar su virilidad mediante “verdaderas” relaciones amorosas heterosexuales.

Casi todos manejan un discurso de este tipo: “En el ambiente soy activo, no soy amanerado, ni quiero, he tenido novias, ahora ya no, pero si se presenta una chava, pues sobres, pero no quiero dejarme llevar por la putería, güey, o sea, si hay oportunidad con chavas pues no las dejo ir, pues si tienes sexo con uno tras otro si es putería, yo tengo amigos que les vale y hasta los carros se suben, mira yo salgo con amigas, pero como no soy feo no falta la chava que quiera contigo y pues si pasa algo, adelante. Tengo la suerte de no ser amanerado… De las mujeres me atrae que son frágiles, delicadas, sensibles, moldeables, cosa que en los hombres no lo encuentras tan fácil, a veces me gustan los putitos bonitos o a veces los chavos masculinos. Si el ser humano tiene muchas formas de gusto, te puede gustar el rojo pero también el azul… En el ambiente te puede gustar un güero y al rato vez un güey moreno y también te gusta…” (anónimo).

Una constante propia, es la insistencia de siempre desempeñan la posición activa durante el ejercicio de su trabajo, porque el éxito de los “Mayates” depende de su imagen de machos.Difícilmente aceptan ocupar la posición pasiva, pues esto equivaldría a feminizarse como lo hacen sus clientes, manifestando su desprecio hacia los homosexuales, sobre todo a los más afeminados. Sin embargo, algunos relatos también cuestionan esta inflexibilidad en los papeles sexuales, pues llega a aparecer la aceptación de proporcionar al cliente la llamada “ida y vuelta”, término con el que se conoce la penetración mutua, acto practicado que muchos niegan.

La pretensión de hipermasculinidad y la negativa a aceptar un papel pasivo puede ser también un mecanismo para incrementar el precio del servicio. De esta manera, el cuerpo se convierte en espacio simbólico de lo que se es, pero también de aquello de lo que pretende diferenciarse.

Otro testimonio: “A veces me siento mal, como culpable por coger con hombres, pero luego se me pasa porque a fin de cuentas ellos no me hacen nada, yo soy quien se los pica, nunca les doy besos, ni me he enamorado de ninguno, incluso tengo un hijo de 6 años que tuve hace tiempo con una chava. A los hombres sólo los uso para cogérmelos porque tienen el ano bien apretado y las mujeres no se dejan penetrar por ahí. Ahorita ando con dos gays, ambos son guapos, y les encanta tener sexo conmigo, pero jamás he tenido nada serio con ninguno, porque no me interesa llevar ese estilo de vida.

Desde los 14 años, me ha gustado cogérmelos y me gusta porque disfruto mucho de sus cuerpos, penetrarlos es algo que disfruto mucho, pero eso no me hace maricón como muchos (…).Pues hace poco me puse violento con Miguel, uno de mis amantes porque me salió con que ya se había enamorado de mí y pues me dio el ataque, nunca hablamos de amor, ni tener una relación estable, entonces pues lo tuve que poner en su lugar, o sea darle unos trancazos para que sepa que conmigo no van esas joterías de tener marido. Otras veces he tenido problemas con las vestidas porque se han atrevido a decirme jota o porque me coquetean descaradamente en la calle, cuando no soy como ellas. Yo soy un hombre que se coge hombres, pero no soy jota, ni vestida, ni nada de esas mariconadas.

No me siento poco masculino, me siento muy hombre, tanto, como para cogerme a otros machos y no volverme joto. Cuando por casualidad me siento medio puto, voy y me cojo alguna vieja o varias, después de eso me siento mejor, nunca dejo de tener sexo con chavas pues con ellas reafirmo mi masculinidad.

No, no tengo amigos homosexuales, sólo amantes, nunca voy a esas jaladas de la Marcha del Orgullo, ni cosas de esas porque son jotadas y yo no soy joto (…). Que no soy homosexual, y así me siento bien conmigo mismo, aunque claro si no tuviera sexo con hombres a lo mejor llevaría una vida más sencilla y no tendría que esconderme de mi familia, que si se entera de lo que hago con otros tipos me matarían, pues mi papá es militar, si no fuera así sería más libre” (anónimo).

Se dedican a la prostitución principalmente por razones económicas, sin embargo, algunos se inician en ella solo por “conocer el ambiente” o por “diversión”. Otros lo toman como una forma de “ganar dinero fácil”, que les permite mantener su consumo de alcohol y de drogas.

Sin embargo, la ilusión de un buen número de Mayates es atraer y enamorar a un cliente lo suficientemente adinerado que se encuentre dispuesto a satisfacer todos sus requerimientos económicos.

El término tal cual, es similar al vocablo anglosajón “down low” (o abreviado DL) utilizado para referirse comúnmente a hombres de raza negra que tienen sexo con otros hombres clandestinamente, a menudo mientras mantienen relaciones con mujeres, pero no se identifican como bisexuales u homosexuales.

Una variante del Mayate es el llamado “Chichifo”, el cual podemos identificar más claramente con la figura del Gigoló. Se caracteriza por establecer relaciones más o menos duraderas con algunos de sus clientes, que le proporcionan regalos, dinero en efectivo y a veces, vivienda, a cambio de cierta exclusividad sexual. Un Chichifo es un muchacho joven y atractivo que cobrará por el acostón o encuentro sexual.

Muchas veces este homosexual prostituto (Chichifo), se encuentra encubierto en un bar, una cantina; esperando un posible cliente: “Hace un años que no tengo pareja estable, fui de vacaciones con unos cuates a Guadalajara y nos metimos a un antro gay. Mientras cotorreábamos vi que en la mesa de junto había un tipo grandote, vestido de mezclilla ajustada, camisa entre abierta que dejaba ver su pelo en pecho. Se dio cuenta que lo estaba viendo y después de pedir otra cerveza, me hizo la señal de “salud” desde su mesa, obviamente yo le correspondí. Después de un rato fui a platicar con él y me dijo que por qué no buscábamos un lugar privado, accedí y salí con él de ese lugar, paramos en un lote baldío. Al bajarme del auto, lo primero que me dijo es “¿cuánto me vas a dar?”. Yo me sorprendí porque no me había dicho nada antes. Total, yo no traía dinero, me dijo que le gustaba mi chamarra… y como podrás suponer, esa chamarra ya no es mía. Hasta eso, fue un buen negocio, no me puedo quejar” (anónimo).

“Chichifo” es una de esas palabras que parecen no tener una explicación lógica en su origen o indicios etimológicos fáciles de entender. Por el contrario, es un cuestionamiento generalizado entre la gente del ambiente gay en México que, hasta ahora, no tiene una definición aceptada por la generalidad y – en cambio – tampoco parece preocupar mucho dársela.

La explicación más común para el uso del término es que se trataba de un hombrecito que estaba “pegado a la chichi (pezón)” de algún hombre mayor y con cierta solvencia económica, dando sexo a cambio de que se le resolvieran sus necesidades económicas y hasta sus caprichos (retribución que depende, por supuesto, de su relativa belleza física).

Otra posible explicación nos lleva a la Edad Media, donde los viejos señores feudales siempre buscaban tener matrimonios con mujeres jóvenes a las que, en muchos casos, no podían atender plenamente en el aspecto sexual. Quizás por la avanzada edad del señor feudal.

Los cicisbeos (jóvenes) atendían sexualmente a estas jóvenes – y no tan jóvenes – mujeres a las que el señor feudal no satisfacía, generalmente a cambio de alguna retribución monetaria e incluso obteniendo alguna cómoda posición dentro de la corte.

El vocablo cicisbeo, pronunciado en italiano como chichisbeo llegaría a convertirse en el actual Chichifo.

La razón de que el término “Chichifo” sea utilizado de manera peyorativa y no con un carácter de persona profesional, se remite a la forma en que las sociedades modernas asumen a la prostitución.

Hoy día ser cicisbeo (chichifo) puede no resultar ser una ocupación muy dignificante; aunque el objetivo básico de escalar socialmente y recibir concesiones dentro de la estructura de poder, es efectivamente lograda por muchos de estos chicos.

Carlos Monsiváis, el ya extinto y reconocido intelectual capitalino mexicano y además experto en el tema dice: “En la jerga de los entendidos, el chacal es el joven proletario de aspecto indígena o recién mestizo, ya descrito históricamente como Raza de Bronce y rebautizado por la onomatopeya del sarcasmo.

El chacal es la sensualidad proletaria, el gesto que los expertos en complacencias no descifran, el cuerpo que proviene del gimnasio de la vida, del trabajo duro, de las polvaredas del futbol amateur o llanero, de las caminatas exhaustivas, del correr por horas entonando gritos bélicos. Es la friega cotidiana y no el afán estético que decide la esbeltez.

El chacal tiene por hábito, o eso dan a entender, sentirse ampliado, deseado así nadie lo contemple.

El chacal no mira para no regalar su mirada, pero se deja mirar para ascender en su autoestima. Las camisetas entalladas, los jeans ajustados y convenientemente rotos, las gorras de béisbol, el perfeccionamiento de la mirada hostil o indiferente que sin embargo invita. De ningún modo el prostituido, en modo alguno el inaccesible…”

Y así… en esta vorágine de ideas y planteamientos de todo tipo, el Mayate, Chichifo, Chacal o como prefieras llamarle, existe en todo México y va desde un macho caliente y siempre dispuesto, hasta un ser ideal, objeto del deseo y del amor inconquistable pero que invariablemente nos invita, nos mueve y nos transforma en seres ávidos de sus besos (cuando los da), y de sus manos rudas (cuando nos toca), pero más que nada, del paraíso que se adivina entre sus piernas.

Investigación, estilo y redacción: GayMichoacán.
Fuentes: GayMichoacán, Chacal Michoacano, Revista Bifobia, Wikipedia, Red Orgullo,
NotiEse, el Blog del Mayate, Anodis.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Nuestros artículos

Cargando…
Cargando…
Translate »